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Las crónicas del viajero: El puerto abandonado

Finalmente, les traigo el quinto episodio de las crónicas del viajero. Antes de continuar les paso los enlaces de los episodios anteriores.
  1. Toscania.
  2. El poema de nadie.
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¡Ufff! ¡Qué buen descanso! Y pensé que no dormiría lo suficiente. Habrás de disculpar si tardé en despertar, pero incluso alguien como yo necesita un descanso. Es muy raro que mis benefactores me permitan un tiempo de tranquilidad... Quizá es porque no hay nada importante sucediendo en estos momentos. O quizá es que ya saben que estoy aquí y solo están planeando la manera de deshacerse de mí.

Eso tal vez lo descubra más adelante.

La tranquilidad de este lugar es adictiva. Fascinante. Especial. Tal vez pienses que estoy atado a este lugar de alguna forma, pero la realidad es que no es así. Llámame arrogante si gustas. Pero este lugar lo considero como un santuario... Las olas del mar suenan tan armónicas que es difícil no cerrar los ojos y escuchar.

Es cierto, hay veces en que la locura invade mis pensamientos. Me pregunta a cada momento qué estoy haciendo, por qué lo estoy haciendo y si algún día dejaré de hacerlo. Al menos conozco la respuesta de la primera. Quien sabe cuanto tiempo tarde en responder las otras.

Pero bueno, no hablemos de cosas tristes. Al menos, no de cosas demasiado tristes. Quizá pueda... No, creo que eso lo reservaré todavía. Mejor compartiré contigo otra historia, ¿te parece?

Esto pasó no hace mucho. En un lugar no muy lejos de aquí. Creo que la cuestión de los nombres ya está muy explicada y espero que ya lo hayas entendido. Yo le llamo a ese lugar el puerto de Enúmira. Y actualmente se encuentra abandonado. Pero en sus mejores tiempos fué un lugar muy vivo.

Enúmira tenía que ser si o si un punto de paso hacia donde fueras. Ya sea del norte a sur o viceversa, siempre tenías que pasar por ahí. Los mercados estaban llenos de gente todos los días y siempre había espectáculo ya fuese de talento local o de talento extranjero. No pasaba ningún día sin que los niños jugaran o vieran el show de marionetas y muñecos. Incluso a mi me entraron ganas de pescar en ese lugar... Pero bueno, mis obligaciones me lo impedían.

Cierto día un barco de origen desconocido arribó al puerto. Era un barco grande, con colores azul y naranja. Blanco también. Tenía el tamaño de un edificio grande, como de 70 pisos... Obviamente si el edificio estuviera acostado. A primera vista lo tomarías como si fuera un barco de lujo.

El barco se encayó en las costas de puerto de Enúmira. Al principio la población pensó que bajarían los turistas como solía suceder a cada rato. pero nadie bajó. Posiblemente solo estaban de paso y no era necesario que los tripulantes bajaran. O quizá había una gran celebración y no estaban dispuestos a pararla. Pero ya habían pasado varias horas como para que los tripulantes ya comenzaran a bajar. Y, por supuesto, no había ruido alguno que surgiera del barco.

Pasaron uno, dos días o tres cuanto mucho cuando la gente del puerto comenzó a preguntarse qué pasaba con ese barco. Pidieron a las autoridades que revisaran el mismo para saber si había tripulación. Estos ultimos hicieron caso a las súplicas del pueblo y dispusieron un equipo de investigación para saber qué problema había dentro del barco. No tardaron en darse cuenta que en el barco no había nadie. Buscaron en el salón principal, en los camarotes, la sala de control y no encontraron a alguien que pudiera responder sus preguntas. La sorpresa se convirtió en horror cuando se dieron cuenta que, aunque el barco estuviera vacío, había indicios de que alguna vez el barco estuvo ocupado. Encontraron algunas maletas con ropa dentro, copas de vino que no llegaron a vaciarse. Y el sombrero de un capitán que estaba encima del timón del barco.

Cuando hicieron llegar su reporte al gobernador, éste último se llenó de preocupación y miedo. ¿Qué pasó con la tripulación? ¿Qué pasó con los pasajeros? ¿Qué ocurrió antes de que el barco encayara en puerto de Enúmira? ¿Y por qué el barco se detuvo solo? Ante estas dudas y la idea de que el barco pudiera estar maldito, ordenó el abandono total del puerto. Poco a poco la gente fué abandonando el lugar hasta que solo quedaron un puñado de soldados acompañando al gobernador. Cuando éstos estaban apunto de abordar el último transporte a los reinos altos. El barco que estaba encayado y sin tripulación hizo sonar su silbato y en ese momento, se dispuso a partir.

El gobernador tuvo una muerte instantánea, mientras que los soldados no podían creer lo que veían. El barco, sin tripulación... Se apartaba del puerto de Enúmira y partía hacía un rumbo desconocido. Si me lo preguntas, el propio barco tenía vida. La vida que alguna vez le perteneció a su tripulación... Si es que su tripulación estuvo viva alguna vez... O quizá, nunca tuvo tripulación.

¡Oh! Llegan nuevas ordenes. Parece que es momento de regresar al trabajo. Claro que volveré, no tienes que preguntar o pedirmelo. Quien sabe, quizá algún día te lleve conmigo para que veas lo que hago. Pero mientras eso pasa, esperame aquí... No te muevas. Que yo regresaré pronto.

Hasta entonces...

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